Tierra amarga by Iñaki Uriarte

autor:Iñaki Uriarte [Uriarte, Iñaki]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2010-08-31T16:00:00+00:00

IX

De por qué cavsa fue çercada la casa de Vasurto e de los omes que alli morieron

Es la ría el elemento causal de la villa de Bilbao, germen y razón de su nacimiento. El eterno Ibaizabal, ciego y encajonado hasta mezclarse con el Nervión, comienza a ceder sus estrecheces al abrirse en la península de Bilbao. Desde allí, en un valle todavía angosto, recibe a la mar que anega sus orillas someras, las conquista y transforma en ciénagas y marismas rebosantes de aves acuáticas y pesca. Junto a los saltos y rápidos con que recibe a la marea salobre, en las arenas de la península donde la mar muere, se asentó una reducida puebla de pescadores bajo la advocación de Santa María de Begoña. Allí, junto al vado de las piedras blancas, se instalaron comerciantes por rentabilizar el paso de las mercaderías que desde Burgos buscaban puerto, y con la población crecieron sus aspiraciones. Señores voraces iniciaron la explotación de las veneras de hierro en los vecinos montes de Billirita y Ollargan. Más tarde, hidalgos y mercaderes la engrandecieron y desplazaron hacia la mar a los pescadores.

Cuando las ganancias del comercio y el hierro aumentaron, llegó el momento de comprar poder y privilegios a señores y reyes. Lo hicieron los bilbaínos con ahínco, hasta conseguir alcanzar preeminencia sobre sus más próximos competidores. Obtuvieron el nombre de villa, la exclusiva del comercio del hierro, la prohibición de descargar sal en los puertos vecinos, excepcionales privilegios en caminos, mercados, cargas y descargas en todo el canal del Ibaizabal… y siguieron hasta controlar en la práctica todo el comercio del señorío.

En el año del señor de 1468 eran ya incontables los señores y villas que envidiaban su pujanza y sufrían sus monopolios, pero Bilbao, conseguidas exenciones y alcanzados fueros, sabía mantener sus prerrogativas. Y lo hacía ferozmente —tanto en pleitos como a espada— contra cuantos pudieran oponérsele. Bien sabían los villanos que el perder una sola batalla supondría la total y definitiva aniquilación de Bilbao… y de cuanto pudiera llegar a ser en el futuro.

Tenía Bilbao a su favor un puerto que resultaba refugio seguro ante galernas y corsos, pero el precio a pagar resultaba a veces en extremo elevado. El Ibaizabal, con amplia bocana y acogedora ría, se tornaba súbitamente temible ya en su misma embocadura, donde mudables bajíos de arena y piedras acechaban a las naves de mayor calado que se hubieran decidido a remontarlo. Quien tras contratar con buen oro a los prácticos de Portugalete eludiera la barra asesina, debía luego sortear las traicioneras crestas de arena que el río Gobelas formaba al sumarle sus aguas río arriba. Superadas estas, debían más adelante trazar curvas tan cerradas que obligaban a mantener abierto un camino de sirga, desde el que arrastrar desde tierra a los navíos que se mostraran incapaces de realizar semejante giro al viento. Al fin, media legua antes de llegar a Bilbao, y a dos ya andadas desde Portugalete, un último escollo en forma de varias barras paralelas

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